Aludes

Aludes

Podríamos definir un alud como una masa grande de nieve que se desliza por la ladera de una montaña de forma violenta y estrepitosamente, arrastrando tras ella todo lo que encuentra a su paso, alcanzando en ocasiones grandes velocidades. Este término también es conocido como una avalancha, teniendo lugar estas en laderas de montañas generalmente por encima de los 1.500 metros de altitud.

Este tipo de desprendimientos violentos de nieve pueden entrañar un grave peligro, especialmente para los deportistas que realizan deportes en alta montaña, ya que los cambios bruscos en las condiciones climatológicas o la heterogeneidad en las superficies pueden ser desencadenantes de estos fenómenos naturales. Cuando ocurren, arrastran todo a su paso con una virulencia impactante, e incluso amenazan las posibilidades de supervivencia cuando los aludes alcanzan a las personas, quedando en ellos atrapadas.

El fútbol no es un deporte de alta montaña ni tampoco se podría considerar un deporte de riesgo –al menos visto desde fuera a ojos neutrales- pero sí que es cierto que la llegada al fútbol profesional del Cartagena y su posterior batalla en la lucha por la permanencia podría equipararse como si de una escalada de alta montaña se tratase. Cuando se emprende un viaje para alcanzar la cima de una montaña de gran altitud, hay que prepararse físicamente de forma exhaustiva, llevar provisiones, tener una gran fortaleza mental, saber sobreponerse a circunstancias externas, e incluso en las situaciones más dramáticas, se podría perder algún compañero por el camino.

El efesé se ha topado con un cruzado roto en su camino hasta la cima, de uno de los estandartes dentro y fuera del vestuario como se ha convertido en muy poco tiempo Alberto de La Bella. Es sin duda un mazazo en el largo y duro recorrido, ya no solo por lo deportivo, sino por la capacidad del catalán para ejercer de capitán y no permitir ni una fisura en un grupo que se tiene que mantener mentalmente fuerte y convencido del objetivo. Y en plena escalada, el factor emocional del grupo debe ser muy fuerte para saber reponerse en los momentos donde las fuerzas flaquean.

Los aludes, además, son más comunes en invierno por las sucesivas nevadas que se producen, convirtiéndose en esta época del año en las más complicada para escalar una cima y donde más dificultades vamos a encontrar por el camino. Sin embargo, fue en esta época del año donde el Cartagena fue consciente que debía iniciar esta dura escalada, cuando más difícil y empinado se vuelve el camino, ya que desperdició un principio de otoño formidable, y lo que parecía que podría a ser una travesía apacible se volvió rápidamente en una misión de alto riesgo. La peor subida en las peores circunstancias externas.

En medio de la subida hasta la cima, el efesé tuvo que hacer frente a un alud de grandes dimensiones. El estrepitoso partido en Las Palmas hizo saltar todas las alarmas, cuando el equipo había conseguido mostrar al fin signos de mejoría. Hicieron falta muchas semanas hasta recuperar unas constantes vitales que parecían extintas, y volver a retomar el pulso hizo que el cartagenerismo volviera a creer en su equipo y en la capacidad de competir cada partido, algo que pareciendo tan lógico, se había vuelto por momentos en una quimera. Las visitas del Oviedo y Rayo, unidas al despliegue de pundonor en Gijón parecían marcar una tendencia, más por ímpetu y competitividad que por fútbol. Sin embargo, lo del estadio de Gran Canaria fue una estacada que nos devolvió a la realidad, y, sobre todo, a la eterna duda de si aquel respiro de las tres semanas anteriores eran la excepción y no la regla de un equipo con sed de puntos.

Aquel alud en forma de dos goles en veinte minutos, sumado a un centro del campo perdido un día más, la inoperancia en ataque y el temor pasajero de que grandes fichajes pudieran convertirse en grandes decepciones, hicieron que tanto equipo y afición quedaran sepultados bajo toneladas de nieve, paradójicamente en la tierra más cálida de todo el país.

Sin embargo, por peligrosos e impactantes que sean, es posible sobrevivir a los aludes. En muchas ocasiones es difícil, pero para ello es imprescindible evitar los riesgos, tener un gran conocimiento de la zona -de la categoría, en nuestro caso- y rodearse de gente que conozca muy bien cómo se comportan y cómo actuar ante estas situaciones de emergencia.

La primavera está a la vuelta de la esquina, y pudiendo parecer lo contrario, es una época donde los aludes también se suceden con bastante frecuencia debido a las lluvias primaverales y al deshielo. Y aunque en ese tramo de la temporada el calendario da una tregua y los partidos que quedan por delante parece que nos acabarán dando un respiro, conviene recordar que es muy difícil sobrevivir a un alud, por lo que no hay que tentar a la suerte y evitarlos a toda costa, especialmente en un tramo de la temporada donde no hay margen de error, y donde sucumbir de nuevo ante uno de ellos podría ser la estocada definitiva.

 

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