Aníbal Barca tenía nueve años cuando su padre lo llevó al templo de Cartago y sumergió sus manos en la sangre del animal sacrificado. Fue entonces, delante de los dioses, cuando su padre le hizo jurar odio eterno a Roma y hostigarla “hasta su decadencia”. Este juramento sería llevado a cabo hasta las últimas consecuencias…
Pocas figuras se mantienen vivas en la ciudad de Cartagena de forma tan evidente y presente como la de Aníbal, el norteafricano que sobre un elefante condujo a sus mercenarios hasta los Alpes para luego, contra todo pronóstico, desafiar a la mismísima Roma ante sus puertas. Esta audacia convirtió a Aníbal en uno de los generales más grandes de la Historia (según él mismo, sólo Alejandro y Pirro le superaron). Todo empezó cuando los cartagineses de Amílcar llegaron a la península ibérica en búsqueda de nuevos territorios que pudieran dar esplendor a su polis, la africana Cartago, convirtiendo a la recién fundada Qart Hadast, la actual Cartagena, en su capital en Hispania. Evidentemente, y recurriendo a su juramento, para Aníbal Roma no era un enemigo más. Como tampoco Murcia puede serlo para Cartagena. Como el Real Murcia no puede serlo para el F.C. Cartagena. Como descendientes del cartaginés, el efesista juró odio eterno a Murcia en el altar del Almarjal y va a llevar a sus mercenarios a las puertas del Roca el próximo domingo. Y como herederos de este juramento, ningún efesista puede tomarse el partido del próximo domingo por la tarde simplemente como la jornada correspondiente del calendario del grupo IV de la Segunda División B española.
Aníbal partió de Cartagena a finales de la primavera del 218 A.C. Nosotros lo haremos el domingo sobre las 16:30. Según el historiador Tito Livio, tras su paso por los Pirineos, el general de Cartago disponía de 70.000 soldados ligeros y 10.000 unidades de caballería. Además, se llevó 38 elefantes de batalla. Nosotros, hasta el viernes no sabemos con cuantos vamos a pasar La Cadena. Casi no nos dejan llevar los bombos, así que no creo que nos dejen meter elefantes.
Puestos en situación, sería de dementes pensar que cuando Aníbal enfrentó por primera vez un ejército romano de magnitud ya en territorio itálico, en la batalla del Trebia (218 a. C.), considerada la primera gran batalla de la segunda guerra púnica, aquel “era un enemigo más”. A nadie se le puede pasar por la cabeza que cuando en la batalla del Lago Trasimeno (c. 21 de junio del 217 a. C.) y se enfrentó al cónsul romano Cayo Flaminio arrasando al ejército romano y matando al propio Flaminio, había matado a “un romano cualquiera”. O que Cannas, el 2 de agosto del año 216 a. C. que al igual que el 1-4 de la Nueva Condomina del 8 de noviembre del 2009, todavía se estudia en las academias militares actuales, sólo era “una jornada cualquiera del calendario”, y que arrasar a al ejercito romano en una de las mayores genialidades bélicas de la historia antigua, “sólo valía 3 puntos”. Ningún cartagenero puede pensar que cuando Publio Cornelio Escipión arrasó al Cartaginés en Zama aniquilando al ejército púnico por la retaguardia de sus veteranos con su caballería, “sólo se perdía un partido.”
Honremos su legado y su juramento. Efesé ad portas
“Odio a los romanos y soy odiado por ellos. Mi padre Amílcar y los dioses son testigos de que digo la verdad. Por consiguiente, cuando pienses en una guerra contra Roma, cuenta con Aníbal entre tus amigos más cercanos; si alguna circunstancia te impulsa hacia la paz, busca a otro con quien discutir ese proyecto”.
Tito Livio, Historia de Roma, XXXV, 19, 3-7.