En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre espero no tener que acordarme allá por el mes de mayo, tendrá lugar el epicentro de una las grandes batallas en la larga y pedregosa andadura del Cartagena en La Liga Smartbank. En condiciones normales, sería un envite deseado y esperado por todo el cartagenerismo, para el cual estaríamos contando los días durante toda la temporada, ya que visitar el Carlos Belmonte y a nuestros hermanos albacetistas siempre es sinónimo de fiesta. Una fiesta que ya queda en un lejano y difuso recuerdo desde aquella última visita en la que un gol de Fede en un ambiente festivo en la feria manchega allá por 2013, ponía tablas en el marcador en un inicio de temporada en el que ambos conjuntos lucharían codo con codo por escapar del fango de la segunda B.
Al igual que el célebre Don Quijote de la Mancha, que salió montado en su viejo caballo con un antigua y debilitada armadura en busca de aventuras y eternos días de gloria, el Cartagena intentará escribir en su viejo y polvoriento libro de históricas batallas, un nuevo capítulo que infunde optimismo y sea recordado por el cartagenerismo como el día que se pusieron los cimientos de una salvación, que más que una ilusión, se ha convertido en una obsesión y necesidad.
En esta ocasión, no iremos a la lucha con lanzas de madera en un caballo fatigado, ni con un escudero a nuestro lado con tanta fidelidad como torpeza como Sancho Panza, sino que para tal batalla recuperaremos nuestras mejores armas. Será ilusionante volver a ver de inicio a nuestro tridente más letal con la esperanzadora vuelta de Álex Gallar. Así como la posibilidad de poder sumar efectivos cuando sea necesario con la vuelta del sancionado Nacho Gil. Y por supuesto, la cada vez más afianzada pareja de centrocampistas con Azeez y un Aburjania que rompió las telarañas de la portería de fondo norte mientras todos nos frotábamos con incredulidad más de una vez los ojos.
Sin embargo, al igual que le ocurrió al ingenioso hidalgo don Quijote en la vasta llanura manchega, tendremos que enfrentarnos a nuestros propios molinos de viento. En la histórica novela de Cervantes, la metáfora literaria de los molinos de viento, hacía referencia a pelear contra enemigos imaginarios. Unos enemigos que solo existían en la cabeza del protagonista. Pero fue tal la convicción de sus visiones, que le hicieron desviarse de sus objetivos y centrar todos sus esfuerzos y energías en vencerlos, ignorando las voces ajenas de su alrededor que le gritaban que aquello en lo que tan fielmente creía no era real.
Pues bien, el Cartagena también deberá luchar con sus propios molinos de viento. Tanto en el Carlos Belmonte como de aquí a final de temporada. Y estos no son otros que las teorías conspiranoicas de persecución arbitral por medio del VAR que han pasado de ser un ligero runrún para muchos aficionados, a tornarse en una ciega creencia. Es completamente cierto que las decisiones arbitrales han perjudicado al efesé en las últimas semanas de una forma flagrante, que varias de ellas podrían calificarse de dudosas, pero de ahí a convencerse de que estamos en el fondo de la clasificación por culpa de ellas es ponerse una venda tan grande que me niego a compartir.
Ocho penaltis en contra en veintinueve jornadas es un bagaje tan desolador como contundente, por lo que tildarlo de mala suerte, casualidad o persecución me parece hasta de mal gusto. Las acciones dudosas siempre ocurren en nuestra área, el balón siempre va a las manos de nuestros jugadores, y, en definitiva, siempre la balanza se declina en favor del rival. Y eso, amigos míos, no es casualidad sino un patrón. Me desconsuela pensar que es un aspecto del juego difícilmente entrenable, y que mentalmente a los jugadores les puede pesar, o que van a ser excesivamente comedidos en acciones futuras, pero si hay que exigir alguna responsabilidad a alguien, es a los nuestros y su torpeza y no al colegiado de la sala VOR.
Es pues en esta batalla contra sus propios molinos de viento donde el Cartagena debe salir victorioso antes de afrontar cualquier otra de mayor calibre, y proseguir su cada vez menos extensa andadura hasta el final del camino. Y todo lo que sea perdernos en enemigos imaginarios y molinos con forma de silbato, es debilitar fuerzas y malgastar esfuerzos en un sinsentido que en ningún caso nos beneficia lo más mínimo.
Y mucho menos en los días previos a una final. Pero una final con aroma a final de las de verdad, de las que deciden temporadas. Y, francamente y llegados a este punto entre tal vorágine de nervios y cábalas, solo recuerdo que se producirá en un lugar de la Mancha, cuyo nombre ya ni recuerdo ni espero tener que recordar…
Lo de que estamos ahí abajo por méritos propios lo comparto a 100×100 pero lo de la NO conspiración no lo comparto. Por que no se revisan las jugadas dudosas a favor del Cartagena? Que pasa que solo nosotros cometemos penaltis, acaso en Mallorca no hubo al menos un penalti a favor nuestro no revisado, la segunda amarilla a un jugador del Mallorca justo antes del penalti, ni se saca ni se revisa.
Contra la Ponfe lo mismo, Yuri debió de ser expulsado, al igual que el que le da el codazo a Delmas y ni pita falta y la última jugada en área contraria es penalti a nuestro favor, ni pitado ni revisado. Así un partido detrás de otro.
Los equipos contrarios saben que solo tienen que pisar nuestra área para que a la más mínima nos castiguen con algún penalti y sino que lo revise el VAR.