Gustavo Munúa (Montevideo, Uruguay, 1978) da la sensación de ser un tipo normal. Del entrenador elegido por Paco Belmonte y Manolo Breis para llevar esta temporada al efesé al fútbol de verdad, hemos aprendido que no podemos esperar ruedas de prensa en la que nos desglose como juega el equipo contrario, que nos cuente quien juega por la izquierda y se te mete “por dentro”, o si espera que juegue tal o Pascual, o si este o aquel jugó el año pasado en el Torrelavega o en el San Ginés, o la media de edad del equipo contrario.
En un fútbol en el que actualmente los entrenadores parecen devorados por su afán por “descubrir” el juego y crear una especie de filosofía propia externa a las propias leyes de la naturaleza, desde los que entrenan a equipos pre-benjamines hasta lo que son casi amateur como son los que entrenan en 2B, algunos se elevan como inventores iluminados de novedosos sistemas tácticos y posicionamientos. Son gente convencida de haber sido elegidos para reinventar el fútbol, inmersa en su afán de transcender. Y esto provoca algo nefasto; que acaban modificando hasta lo que les funciona, por iluminación. Pese a ello y por fortuna, aún existen entrenadores que solamente son entrenadores, pero desgraciadamente cada vez son más difíciles de encontrar. Uno de esta especie en extinción es Gustavo Munúa, un tipo normal que viene a Cartagena a casi empezar su carrera en España, y parece que lo va a intentar sin necesidad de llamar la atención con cosas que poco o nada tienen que ver con el balón rodando, los tipos que se ponen la camiseta y como son de buenos haciendo su trabajo, y en su sitio.
En este fútbol de darse importancia, Gustavo Munúa sorprende por su normalidad; pone un portero, dos laterales, dos mediocentros, dos extremos (uno en cada banda) un mediapunta y un delantero. Y lo hace casi todo el tiempo.
La mayoría de veces, insiste hasta la provocación en ser normal y cambia un extremo por otro extremo, un delantero centro por otro delantero centro y un mediocentro por otro mediocentro. Y esto, viene de un tipo que ha sido profesional de élite, que sabe perfectamente cómo funciona un vestuario y un estadio; sabe de qué va el fútbol español, conoce este país y su fútbol. Contradice este argumento con sus actos; lo normal seria que Gustavo Munúa, no fuera un tipo normal.
Tan normal que si su equipo es inferior al rival y pierde, como hace dos semanas en la visita del Melilla, ve el tío y lo dice; “Es la primera vez que no reconozco a mi equipo. Esto nos tiene que servir de lección. Se puede perder, pero no así”, como relató a Francis Moya en La Verdad. Una entrevista que, releída varias veces, sólo hace reafirmar lo que pensaba de Gustavo Munúa; es un tipo normal.
Debería ser lo normal es que si un jugador baja su rendimiento, en entrenador decida, o por lo menos considere, darle la oportunidad a otro, sea quien sea el primero, vaca sagrada, capitán o mediopensionista. Es verdad que algunos entrenadores acaban no atreviéndose, pero va el normal de Munúa, y decide hacerlo. Si Óscar Ramirez no está todo lo bien que sabemos que puede estar, pues mete a Orfila. Si Moisés está algo descentrado, va y tira de normalidad; prueba con Antonio López. Si resulta que en pretemporada ve que Carrillo va para el B pero ve que puede aportar, hace lo normal; no mirar ni edad ni a donde viene y utilizarlo.
Todo tan normal que si el pasado domingo en Sevilla, Cordero, Aketxe y Santi Jara (tres tótems de este equipo) no están todo lo acertados que han estado otras veces, va el tipo normal, y los sustituye se llamen como se llamen. Y además lo hace por otro mediocentro, otro extremo y otro delantero centro, algo que hacia muchas temporadas que no veíamos en Cartagena.
Ser y actuar con normalidad parece fácil, pero no lo es. Y Munúa lo es tanto que si considera que tiene una plantilla completa, que hay jugadores con diferentes características y les parecen de nivel, intenta aprovecharlo. Resulta que dice que decide según lo ve durante la semana; “todos dicen que tenemos un plantillón y yo digo que si solo cuento con once sería también criticado. Estaría desaprovechando mucho talento. No roto por cabezonería. Lo hago porque considero que tengo a los jugadores perfectos para hacerlo. Y todos han jugado en estos ocho partidos”
Toma argumento normal y lógico.
Y es que, tal vez, para que en Cartagena, esta ciudad tan “especial” en cuanto a fútbol, pase algo grande, tenga que venir a hacerlo un tío normal. Y que igual es momento de que nosotros también nos comportemos como tipos normales y le dejemos trabajar. A su modo, el de un tipo normal y sencillo.