Hay una célebre sentencia entre militares y marinos en España: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra». Una reflexión que la Armada española debe a uno de sus más ilustres marinos, el contraalmirante gallego Casto Méndez Núñez (Vigo, 1824-Pontevedra 1869), héroe de la guerra hispano-sudamericana, un conflicto bélico naval que enfrentó a España contra la alianza de Chile, Perú, Bolivia y Ecuador desde 1865 a 1866. Y la escribió como respuesta al comodoro Rogers, jefe de la escuadra de Estados Unidos, cuando este le sugirió al español que los barcos norteamericanos podrían acabar con los españoles si asediaba Valparaíso, cosa que hizo tal como le había ordenado el Gobierno de España, el 31 de marzo de 1866. La frase literal sería: “La reina, el Gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin barcos, que barcos sin honra”. En resumen, si se perdía todo, se perdía. Pero sin miedo ni coacciones.
Ayer en Murcia el F.C. Cartagena perdió los barcos y entregó la honra. La honra la entregó su directiva (a la que supongo responsable de la decisión de hacer el pasillo previo al partido) al rendir nuestro escudo a las exigencias de pleitesía lanzadas desde Murcia, bien recogidas por el servilismo instalado en platós de televisión, estudios de radio y redacciones de periódicos, por periodistas muy dispuestos lo mismo para hacer campaña para que nuestro club se humille ante el murciano como para echar mierda al efesista semana tras semana. Debe ser casualidad que la más visible justificación y campaña pro-pasillo saliera de la misma redacción desde donde un reconocido periodista murciano y murcianista, proclamó la “idea” del pasillo, incluso antes de que el Murcia ganara la Copa Federación. Y es que desde esos sitios, palcos, prensa, redacciones, almuerzos, debe ser bastante fácil defender lo del club señor y el puto buenismo y el poner la puta mejilla y el puto culo. Bastante más difícil lo tenemos nosotros, el aficionado de a pie, como, a modo de ejemplo, mi chaval de 12 años hoy en su colegio de Fuente Álamo en el que lucha sólo contra una horda de murcianistas semana tras semana, y que me preguntaba por qué nuestros jugadores aplaudían a los suyos antes de jugar. Yo, ayer fui incapaz de poder argumentarle una respuesta. Luego ya lo fue entendiendo al ver que sus jugadores se tiraron aplaudiéndoles 95 minutos más. Evidentemente, ya no le voy a hacer pasar más por eso en territorio enemigo, así que se cancelaron por una parte las salidas a UCAM y Yecla, y por otra, será nuestro último partido en Nueva Condomina, Roca Murcia, Murcia 7RM o como cojones se llame el año que viene. Y es que, para que un acto sea de honorabilidad y respeto, tiene que haberlo por parte de las dos entidades…y ya nos quedó meridianamente claro la semana pasada con declaraciones de jugadores, gritos en balcones, delegados saltimbanquis en redes sociales, y carteles prepartido que ese respeto mutuo del que nos querían convencer, no existía. Luego, acabaron de confirmarlo los propios trabajadores del club murciano, unos paseándose hasta tres veces durante el descanso a insultar a los desplazados cartageneros y otros, la propia plantilla grana, al acabar el partido dirigiéndose en tono de mofa a toda la afición del Cartagena encerrada en la esquina del Roca.
Con la honra entregada por la directiva, nos quedaba darlo todo para defender los barco, pero tampoco. Es desesperante comprobar que por mucho que pasen por aquí decenas de jugadores, entrenadores, dueños, presidentes…nadie sea capaz de entender lo que significa para un cartagenero un partido contra el Murcia. Ayer, diez cadáveres futbolísticos (excluyo de esto a Carlos David, el único con algo de orgullo ayer…cómo eché de menos a Fucile) perpetraron el mayor esperpento posible realizable en un campo de fútbol sin motivación, apáticos, sin ni siquiera el orgullo de la vergüenza. Pero claro, es que la honra ya se la habían quitado antes de que empezara a rodar el balón. Mientras, los de grana, eran leones y gacela todo en uno; cada balón dividido, cada carrera, cada salto, cada choque, olía a huerta. Todo rematado por un entrenador sin alternativas ni soluciones desde un banquillo dormido, entregando así Munúa los barcos. Pensamos que teníamos comandantes, pero si tampoco esta temporada esta plantilla es capaz de activarse y motivarse en un partido así, el más importante de la temporada regular, posiblemente den lo mismo en uno de playoff. El año pasado aquella plantilla incapaz de hacerlo en la visita del Murcia a Cartagena (después de aquel empate a uno descarté el ascenso) lo primero que te hace en un playoff es lo que hizo en el campo del Castilla. Cualquiera de las dos respuestas a la causa del que se perpetró ayer es terrible; o no hay base y cuajo para afrontar los partidos importantes, o no consideraron el de ayer un partido importante.
Valparaíso sufrió el azote de los cañones españoles, una acción que no gustó nada en las esferas internacionales y de la que tampoco se sintieron muy orgullosos los propios españoles, como posteriormente relataron cartas de la época. Como los cartageneros del pasillo. Después de esto, Méndez Núñez fijó el rumbo hacia la plaza fuerte de Perú: la fortificada e inexpugnable El Callao (os sonará de calles y plazas en su nombre por esta batalla, como la madrileña plaza en plena Gran Vía). Una batalla, esta sí, digna de los relatos heroicos de la Armada. Un ataque catalogado de temerario. A nosotros también nos quedan mas batallas, si.
Tras esta, el contralmirante proclamo a sus tripulaciones “Habéis humillado a los que arrogantes se creían invulnerables al abrigo de sus muros de piedra detrás de sus monstruosos cañones. ¡Como si las piedras de las murallas y el calibre de la artillería engendrase lo que ha menester todo el que pelea corazón y disciplina! […] Impulsados por ambas condiciones que tan sobradas concurren en vosotros y movidos por el mayor patriotismo habéis vengado ayer largos meses de inmundos insultos, de procaces denuestos […]
A ellos les quedó la honra. A nosotros ni eso.