Si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta

Lleva Luis Carrión, técnico del Cartagena, unos cuantos partidos diciendo en las ruedas de prensa que si no se hubiera perdido en los últimos minutos de los encuentros ante la Ponferradina, el Mallorca o el Málaga, el equipo estaría fuera de los puestos de descenso. Está claro, y si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta, ¡qué cosas!

Y ojo que no quiero echar toda la culpa de la situación en la que se ha metido el equipo al entrenador, por supuesto que no, si acaso de no haber sabido transmitir a los jugadores la absoluta necesidad de saltar al campo en cada partido como si les fuera la vida en ello. Al fin y al cabo, son ellos, los jugadores, los principales actores en esta función. Son ellos los que tienen que defender el escudo sobre el verde. Y son ellos, si no cambian mucho las tornas, los que tendrán el deshonor de descender al Cartagena (en tan sólo una temporada y sin que la afición haya podido disfrutar del fútbol profesional en el estadio), a la que será la nueva Segunda B Pro.

Y quiero aclarar bien esto porque puede parecer que me bajo del carro cuando vienen mal dadas, y bien sabe Dios que no es así, que el que suscribe ha sido abonado del club desde su fundación en 1995 hasta el día de la fecha, faltando a la cita en una única temporada por motivos laborales. El que suscribe ha tragado fútbol en Terecera División, ha calentado el cemento de las gradas del Cartagonova cuando la masa social era bastante menos numerosa que en la actualidad, ha viajado a acompañar a su equipo por los campos que todos sabemos, ha sufrido, ha llorado, ha reído, ha saltado de alegría y también ha llorado de emoción.

Precisamente por todo lo anterior es por lo que hoy me siento totalmente abatido, desencantado y sin ganas de encender la tele para ver a mi Cartagena, hasta la cuenta de Twitter me he desinstalado, ¡válgame! Me duele en el alma escribir esto, pero he de ser honesto conmigo mismo y esta temporada tan particular, con el COVID-19 como invitado de excepción, va a servir para que el valor de las acciones de mi ilusión por el FC Cartagena caiga en picado. Y me siento así porque desde la temporada de Quirantes, Collantes, Abraham Paz y compañía, es la primera vez que percibo que los jugadores que se visten la camiseta cada fin de semana no están respetando el escudo que llevan en el pecho, un escudo que a pesar de pertenecer a un equipo humilde y sin historia en el fútbol profesional merece tanto respeto como cualquier otro club que hayan podido defender en sus dilatadísimas carreras profesionales.

Todos sabíamos que no iba a ser fácil, estábamos preparados. Íbamos a sufrir, estamos de acuerdo. Jamás de los jamases reprocharía nada a mi equipo, incluso si pierde todos los partidos y acaba la liga con cero puntos pero siento que se han dejado hasta la última gota de sudor en el terreno de juego.

Lo de esta temporada me parece sencillamente una falta de respeto. Como he dicho, en primer lugar al escudo y a la propia institución; a la ciudad que representa; a los aficionados, por supuesto; a Paco, Manolo y compañía que se han dejado desde que llegaron todo para sanear y lograr ascender al club, han echado el resto en ambos mercados de fichajes y son, seguramente después de los aficionados, los que más están sufriendo con esta situación, por supuesto más que los jugadores y técnicos que están aquí de paso y esto, por lo que se ve, ni les va ni les viene.

Así que, si me lo permiten, le pediría al señor entrenador (al que el otro día se le escapó también en rueda de prensa, por cierto, que la suerte en esto del fútbol no existe) que se deje de cuentas de la lechera y que, al menos transmita a sus jugadores que los partidos duran hasta que pita el árbitro y que, si es posible, no nos hagan pasar más vergüenza.

Gracias.