Soy accionista del Real Murcia

No me matéis, por favor. Sí, soy accionista del equipo grana desde este sábado –aunque aún no me ha llegado nada-. La cantidad que he pagado ha sido irrisoria pero necesitaba sentirme parte de la solución a un desastre al que muchos interesados –incluso murcianos- han abocado. No creo que deba esconderme para reconocerlo, pese a la cantidad de granas que me adoran (con sarcasmo redactado, está claro).

Lo digo ahora, unas horas después de haber ganado el derbi. Y lo digo aquí, donde algunos me van a leer. ¿Qué sería de los que nos sentimos albinegros sin la sensación de vencerles en un duelo de esa envergadura provincial? ¿Qué sería de nosotros sin ese reojo a su lugar de la tabla? ¿Qué sería de nosotros sin pensar que han sido unos murcianos –por la Doble B- los que nos han salvado? ¿Qué sería de mi vida, de la nuestra, sin asomarnos a los lunes tras victorias como la de ayer? No hay respuesta, bueno, sí la hay. Busquémosla desde el respeto pero regocijándonos de lo que somos, porque ellos también lo harían. Y no debe ser algo negativo. Debe ser deporte y competición, debe ser orgullo de supervivencia. Digo debe ser, sosteniendo la realidad, no la duda del deber de. Quizás podamos entonces pensar que lo que somos, lo que nos alimenta es esa sensación del vello erizado, del sufrimiento en vena, de las noches y los sueños que nos asuelan todavía tras el desastre de aquel año de Quirantes, de las malas digestiones con Sporto, de las noches que eran más noches incluso de día, cuando la realidad nos cercenaba y sobrevivíamos en Las Palmas.

En fin, que no mueran nunca este tipos de partidos, que los días y semanas sean infinitos siempre que seamos capaces de ganar, incluso de perder, porque nada será lo mismo de faltarnos los granas. No hay mayor placer, no hay mayor satisfacción que ver al Murcia por detrás, agazapado por los resultados, pero vivo. Y nosotros, por encima, erguidos en nuestra autoestima.

No deseéis, por favor, el mal ajeno, la lágrima constante y el dolor gratuito. Pensemos en crecer y en dejar los rencores buscando lugar en las historias que no queremos contar. Yo, que soy afiliado al sentimiento albinegro desde hace poco, no de cuna, pienso en las embestidas sentimentales de las victorias como sobredosis de afectos, como recuerdos de quienes aún se mantienen eléctricos cuando las neuronas les asocian a estos derbis donde el dolor del rival es inversamente proporcional al gozo del vencedor. No hay más en esta balanza de sentimientos.

Ahora, tras ganar, que el Murcia se sobreponga, que gane lo que quiera, como quiera y cuando quiera, pero que vaya siempre buscando nuestra estela. El resto queda de nuestra parte. Y esa parte, el escudo que llevamos, está con nosotros.

Hablaría del partido, pero está todo dicho. Ganamos, aunque sufrimos. Fuimos timoratos al inicio y vencimos cuando no se nos esperaba. Necesitamos poco, muy poco. Aún nos quedan silencios y pitos. Y mucho ruido.  Hagámoslo, que se nos oiga.

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